Desde una perspectiva posthumanista no está nada claro dónde comienza y termina un cuerpo. Pocas décadas atrás, Marshall McLuhan (1994) hablaba ya de «extensiones». Tenía muy claro que sin todo lo que la tecnología implica sería imposible entender lo que es el ser human. Los artefactos técnicos replican o mejoran las habilidades del cuerpo humano y por lo tanto constituyen extensiones del cuerpo tanto desde el punto de vista de la acción física, como de la percepción y la cognición. Nos desplazamos más rápidamente (automóvil), vemos más nítidamente (gafas) y pensamos mejor (ordenadores) gracias a la tecnología. Somos, de hecho, criaturas protésicas, sin que esto se limite ni mucho menos al desarrollo actual del mundo cyborg que tanto interesa al transhumanismo.

Pero además, hoy sabemos que desde un punto de vista biológico, la idea de que «poseemos» un cuerpo constituye una falacia. Las teorías biológicas contemporáneas de la endosimbiosis y la transferencia horizontal de genes nos aportan nuevos modelos de realidad en la que se fractura la dicotomía organismo/entorno, dando paso a un nuevo modelo de subjetividad que se opone al yo unitario de la biología zoocéntrica. Nuestro cuerpo es un masivo ecosistema microbiano. No existe el individuo dentro de la biología. La unidad fundamental de la vida es la interconexión y la relación.

Por tanto, nos equivocamos si pensamos que somos individuos. Somos «fragmentos», partes de un todo. Lo que somos, lo somos en y con los otros. Nuestros cuerpos forman parte de ensamblajes en los que una multitud de elementos interactúan mediante fuerzas afectivas («afectos» en el sentido spinoziano), que se entienden precisamente como la capacidad de afectar y de ser afectado, implicando una experiencia no consciente de las intensidades, una fuerza experiencial o fuente de energía que se encuentra y se mezcla con todo tipo de cuerpos, ya sean orgánicos o inorgánicos. Estamos hablando de fuerzas dinámicas que rompen la dicotomía cuerpo/mente.

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Los cuerpos son procesos que devienen cuerpos a través de relaciones. Los cuerpos humanos, como todos los demás cuerpos, no son entidades con límites y propiedades inherentes, sino fenómenos que asumen límites y propiedades específicas a través de la dinámica abierta de su forma de entrar en contacto (Barad, 2007: 172).

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Contrariamente a la idea de Descartes que contraponía la res cogitans a la res extensa, y que considera el cuerpo como una mera extensión de la mente, la visión posthumanista entiende mente y cuerpo como estrechamente interrelacionados. Según Descartes, la racionalidad era lo que determina la existencia humana, y se entiende el pensar como algo independiente del cuerpo. Para el posthumanismo, la corporalidad es el origen de la experiencia y el conocimiento. En lugar de pensar en el cuerpo sólo como una sustancia, como una cosa material, la superación del dualismo nos lleva a pensar los cuerpos como un lugar de potencialidades, procesos y prácticas (Blackman, 2008: 5).

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El característico modelo dicotómico de Occidente siempre ha entendido en relación de oposición las cosas y los individuos, el mundo de la materia inerte y los seres vivos, conceptualizando a los seres humanos como seres autónomos. Uno de los aspectos, sin embargo, que es interesante de esta distinción es que el cuerpo ha permanecido entre estos dos polos. A veces se lo identifica con la persona y en otros toma la categoría de objeto, como en el caso de cadáveres o fragmentos corporales. Esta basculación entre los dos polos es precisamente lo que a veces nos inquieta, como cuando el cadáver adquiere el rango de objeto artístico o se le expone por razones que van más allá de la persona o que incluso la ignoran.

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El no-dualismo propio del posthumanismo lo lleva a rechazar a entender el mundo a partir de sólidas oposiciones binarias, ya que no se limitan a ser un mero ejercicio taxonómico, sino que a menudo implican valoraciones intrínsecas como superior/inferior, bueno/malo o mejor/peor. En lo que respecta al cuerpo, esto se refleja en oposiciones como mujer/hombre, blanco/negro, gordo/delgado, discapacitado/normal, etc. El no-dualismo no entiende estas categorías como sustancialmente diferentes, sino como resultado de las relaciones. Los esencialismos se diluyen ante la importancia dada a las relaciones, y en lugar de dar importancia a las concreciones polarizadas, el posthumanismo reconoce la profusión de posibilidades que existen en el in-between, en medio de ellas.

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Sin todo lo que la tecnología implica sería imposible entender lo que es el ser humano. Los artefactos técnicos aumentan las capacidades del cuerpo humano y por lo tanto constituyen extensiones del cuerpo tanto desde el punto de vista de la acción física, como de la percepción y la cognición. Los límites claros con los que anteriormente entendíamos el cuerpo se tambalean cuando lo entendemos dentro de un complejo juego de relaciones.

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«Supongamos que soy ciego y uso un bastón blanco. Camino golpeando el suelo con él, tap, tap, tap. ¿Dónde empieza mi yo? ¿Mi sistema mental está limitado por el mango del bastón? ¿Está limitado por mi piel? ¿Comienza en algún lugar situado en el medio del bastón?» (Bateson, 1976: 489). ¿Dónde comienza y dónde termina un cuerpo?

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Cuando hablamos de extensiones corporales nos referimos al acoplamiento de un artefacto con el cuerpo. Cuando estos artefactos se convierten en una parte sistémica del organismo humano hablamos de cyborgs, y de lo que ya nadie puede albergar ninguna duda es que este proceso de cyborgización iniciado es imparable y se intensificará en las próximas décadas. El transhumanismo es un movimiento que aboga por el uso de tecnologías para superar las limitaciones biológicas de los seres humanos. Este movimiento, basado en la colaboración entre científicos y artistas, promueve la transformación del ser humano con el fin de mejorar sus habilidades físicas y mentales con innovaciones tecnológicas. Se trata de superar todo lo que se considera negativo como la estupidez, el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento o la muerte involuntaria. Los pensadores de este movimiento predicen que los seres humanos serán transformados con habilidades tan potenciadas que podrán ser definidos como posthumanos.

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Una diferencia fundamental entre la visión humanista y la posthumanista es que mientras que la primera entiende a los seres humanos en una relación antagónica con todo lo que les rodea, la segunda lo conceptualiza como corporeizado no sólo en un mundo tecnológico entendido como extensiones, sino como un nodo resultante de relaciones infinitas con todo lo que lo rodea. Sabemos que nuestra piel y nuestro estómago no pueden funcionar sin la ayuda de bacterias. De hecho, nuestro cuerpo posee diez veces más bacterias que células. Nuestros cuerpos, más que una única entidad son un conjunto de entidades que interactúan. Nuestro yo no es sólo corporal sino corporativo (Sagan, 1992: 370).

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El concepto de transcorporalidad de Alaimo (2010) se refiere al hecho de que los cuerpos constituyen entidades permeables y porosas, en constante relación con los elementos de su entorno. Se hallan entrelazados con un mundo material dinámico que los atraviesa y transforma de la misma manera que es transformado por ellos. El aire que respiramos, los elementos nutritivos que ingerimos, el calor de los rayos del sol que sentimos no son más que una pequeña muestra de las materialidades involucradas en nuestra corporalidad. De esta manera, todas los organismos pueden ser entendidos más como redes que como entidades soberanas y autónomas.

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La salud es más una cuestión de tener en cuenta una ecología, es decir, redes relacionales, que la querer defender el cuerpo conceptualizado como una unidad discreta (Sagan, 1992: 369). Un cuerpo sano significa que está inmerso en una red de relaciones dinámicas beneficiosas, hechas de equilibrios y desequilibrios, tanto interiores como exteriores. La salud corporal es siempre el resultado de una constante coproducción e interacción entre elementos humanos y no humanos, orgánicos e inorgánicos, materiales e inmateriales.

  • Barad, Karen, Meeting the Universe Halfway: Quantum Physics and the Entanglement of Matter and Meaning, Durham y London: Duke University Press, 2007
  • Bateson, Gregory, Pasos hacia una ecología de la mente, Buenos Aires: Lohlé, 1976
  • Blackman, Lisa, The body. The Key Concepts, Oxford: Berg, 2008

    McLuhan, M., Understanding Media: The Extensions of Man. Cambridge: The MIT Press, 1994

  • Sagan, Dorion, “Metametazoa: Biology and multiplicity”, en J. Crary y S. Kwinter (eds.), Incorporations, New York: Zone Books, 1992, pp. 362–385