Introducción

La crítica al antropocentrismo exige un replanteamiento del tipo de relación con todo lo que rodea a los seres humanos, no sólo con animales no humanos, sino también con todo el resto de la naturaleza. La teoría posthumanista se alía con la etnografía entre-especies y también con los llamados Human Plant Studies, nuevas áreas de conocimiento que exploran las interrelaciones entre diferentes especies de seres vivos, entre ellos los vegetales.

Se trata de valorar las plantas no sólo por el beneficio que obtenemos de ellas, sino sobre todo por sí mismas. No es lo mismo entender las plantas como mera res extensa en el sentido dualista cartesiano, sin ninguna inteligencia o finalidad por ellas mismas que considerarlas realidades autopoiéticas. Se trata de dos visiones radicalmente diferentes: dominación versus conpenetración.

De la misma manera que se otorga cualidad de persona a animales no humanos, también se comienza a hablar de las plantas como personas, una consideración que por cierto ya encontramos en muchas culturas diferentes a la occidental, especialmente dentro de aquellas marcadas por el chamanismo.

Hoy sabemos que las plantas son organismos inteligentes y como tales presentan comportamientos específicos. Las plantas no tienen cerebro, pero su inteligencia se produce por emergencia. Tienen la capacidad de aprender, recordar, comunicarse, tomar decisiones esenciales para su supervivencia, incluso pueden manipular otras especies.

En nuestra sociedad cada vez surgen más colectivos para fomentar una nueva relación entre los seres humanos y los árboles. Con una clara filosofía posthumanista en su trasfondo, promueven actividades como el shinrin-yoku, o el baño de bosque o talleres para aprender a comunicarse con los árboles. Se habla a los árboles con una mirada completamente diferente a la clasificatoria del botánico, la del excursionista que busca una sombra en el camino o la del pintor que representa el árbol en su lienzo. El árbol al que uno se dirige no se percibe de acuerdo con una visión uniformizada, como uno más dentro de la especie vegetal, sino en su individualidad real que a menudo es socavada o ignorada.

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Se es consciente de que el interés por el ser humano propio del humanismo ha tenido como consecuencia que se lo considere aislado del resto de la creación. La idea del ser humano es radicalmente diferente si lo concebimos como un individuo autónomo o bien articulado como un miembro más dentro de las comunidades multi-especies. La naturaleza humana puede entenderse como una relación inter-especies (Tsing, 2012: 144).

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Dentro de la crítica al antropocentrismo característica del posthumanismo, uno de sus propios rasgos es el diferente tipo de relación que se promueve con todo lo que rodea al ser humano, como, por ejemplo, los animales no humanos y la naturaleza en general. Más allá de los campos tradicionales de investigación, como la etnobotánica, las perspectivas posthumanistas intentan abordar la cuestión de la relación de los seres humanos con el mundo vegetal, superando los estorbos zoocéntricos y antropocéntricos que ignoran la posibilidad de que las plantas vehiculen agencia. Estos enfoques teóricos constituyen otra razón más para reflexionar sobre nosotros mismos y cómo nos entendemos en el mundo.

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Los Human Plant Studies, una nueva área disciplinaria interesada en la interacción entre plantas y humanos, integra nociones emergentes de subjetividad vegetal con las humanidades críticas (Ryan, 2015: 8). En este contexto, se reconoce la inteligencia en las plantas, y lo que es más relevante, no se las considera exclusivamente dentro de la relación diádica unidireccional sujeto-objeto con respecto a sus vínculos con los seres humanos. Esto ayuda a entender al ser humano como un miembro más de la comunidad multi-especie y a seguir socavando la dicotomía naturaleza-cultura a la que todavía estamos mentalmente tan aferrados.

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En nuestra sociedad, por lo general se le da importancia al reino vegetal sólo por su valor instrumental. Las plantas nos proporcionan alimentos, medicina, materiales, frescura, oxígeno, confort emocional, placer estético… Esta visión utilitaria se corresponde bien a los parámetros del antropocentrismo, la creencia que nos hace considerar a los seres humanos en el centro de la creación y lleva a que lo entendamos todo a nuestro servicio. Esto es lo que ha justificado la explotación salvaje del planeta y todo lo que forma parte de él.

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Tal como Matthew Hall nos dice en su libro Plants as persons: A Philosophical Botany (2011), considerar persona a un ser vivo no-humano no significa simplemente que se proyecten cualidades humanas que no posee realmente (antropomorfismo). Se trata de verlo como un ser vivo, con su propia perspectiva y con la capacidad de comunicarse (a su manera). La calidad de persona emerge de su capacidad de relacionarse, de volición y de intencionalidad.

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La filosofía tradicional ha marginado a las plantas negándoles valores como autonomía, individualización, autoidentidad, originalidad (Marder, 2013: 55). El mismo uso del adjetivo «vegetativo» cuando se aplica a los seres humanos ya es bastante revelador. En lenguaje coloquial, decir de alguien que se comporta como un vegetal es atribuirle una pasividad casi total, reduciendo sus funciones al campo fisiológico más elemental.

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Las plantas son organismos inteligentes (Mancuso y Viola, 2015) como se muestra en sus comportamientos. Se comunican entre sí, tienen capacidades de previsión, aprendizaje y memoria. Su inteligencia es diferente de la humana (ya basta con que los humanos nos entendamos siempre como modelo).

No es que las raíces actúen como cerebro, tal como Charles Darwin se aventuró a decir a finales del siglo XIX (1880). Las plantas no tienen cerebro, pero su inteligencia se produce por emergencia. La idea de emergencia se refiere a las propiedades de un sistema que no están en sus partes constitutivas.

Plant Neurobiology – Commentary – The New Yorker
https://www.youtube.com/watch?v=MPql1VHbYl4

Are plants conscious? Stefano Mancuso | TEDxGranVíaSalon https://www.youtube.com/watch?v=gBGt5OeAQFk

Así, por ejemplo, la vida se considera un fenómeno emergente, ya que es una propiedad que no se encuentra en ninguna de las diferentes partes de las que se compone un organismo vivo. Además de inteligentes, las plantas también son seres sensibles, si entendemos la sentiencia como la propiedad de cualquier organismo de asumir por sí mismo cambios en respuesta al medio (Myers, 2015: 47).

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A pesar de no disponer de un aparato auditivo como los humanos, las plantas son sensibles a los sonidos y muestran comportamientos fonotrópicos (Retallack, 1973). En ocasiones, con unas músicas se muestran más ufanas, con otras se marchitan. Mediante su crecimiento se acercan o se alejan del foco del emisor de sonido, siempre de acuerdo con sus predilección musicales. Los humanos, para acercarnos al objeto de deseo usamos las piernas; ellas, las plantas utilizan el crecimiento (Myers, 2015: 14).

Mediante electrodos que se colocan junto a las raíces y las hojas de la planta, se captan variaciones electromagnéticas que a través de un aparato especialmente diseñado para ello se traducen en un flujo sónico. Esto permite a músicos como Simone Vitale improvisar con su propio instrumento acompañando el «canto» de las plantas.

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Desde hace algunos años, ha habido discusiones sobre ética relacionada con el reino vegetal que hace que se le de un valor más allá del que tiene para la supervivencia de la especie humana. Las plantas tienen valor por lo que son. Por lo tanto, se considera que merecen respeto como personas no-humanas. Entender las plantas como personas no es una mera metáfora. Asumir esta idea no significa que tengamos que prescindir de ellas. De hecho, el mundo vegetal directa o indirectamente está en la base alimentaria de todo el reino animal. Pero sí que hace que sea más difícil ceder a los comportamientos de destrucción arbitraria a los que estamos tan acostumbrados.

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Hoy en día, en nuestra sociedad surgen colectivos especialmente pensados para promover la relación y la comunicación entre los seres humanos y los árboles. Con una clara filosofía posthumanista en su base, promueven actividades y procesos de aprendizaje entendidos como de crecimiento personal y que van más allá de la comprensión del reino vegetal que solemos tener. Se habla a las plantas, se abraza a los árboles y se busca la profundidad de los bosques para sentir de cerca a los seres vegetales. En todo esto se aprecian características fundamentales del pensamiento posthumanista como son su posicionamiento post-antropocéntrico, la descentralización de la agencia, así como la desestabilización de una frontera rígida entre especies.

  • Darwin, Charles, The power of movements in plants, London: John Murray, 1880
  • Hall, Matthew, Plants as persons: A Philosophical Botany, Albany: Suny Press, 2011
  • Mancuso, Stefano y Alessandra Viola, Brilliant Green: The Surprising History and Science of Plant Intelligence, Washington: Island Press, 2015
  • Marder, M., Plant-thinking: A philosophy of vegetal life, New York: Columbia University Press, 2013
  • Myers, Natasha, «Conversations on Plant Sensing: Notes from the Field», NatureCulture 03, 2015, pp. 35-66
  • Retallack, Dorothy, The Sound of Music and Plants, Santa Monica: DeVorss, 1973
  • Ryan, John Charles, Posthuman Plants: Rethinking the Vegetal through Culture, Art, and Poetry, Champaign: Common Ground Publishing, 2015
  • Tsing, Anna, “Unruly Edges: Mushrooms as Companion Species: For Donna Haraway”, Environmental Humanities 1/1, 2012, pp. 141–154