El posthumanismo se caracteriza por tres rasgos fundamentales:

I. Postantropocentrismo

II. Ontología no dual

III. Relacionalidad

En el posthumanismo convergen diversas ideas que han ido serpenteando especialmente desde las últimas décadas, pero que conectan con líneas filosóficas anteriores. Recoge la visión monista del mundo de Baruch Spinoza para quien sólo hay una sustancia en el universo – Dios o la naturaleza – idea que también está en la base del materialismo de Deleuze y Guattari. Se conecta con la crítica al humanismo ya expresada por Friedrich Nietzsche que lo entendía como una versión secular del teísmo y asume muchas de las críticas que se han hecho a la caracterización del ser humano a través del antihumanismo manifestado por filósofos como Heidegger y Althusser, así como por el postcolonialismo.

El posthumanismo, nutriéndose del pensamiento postmodernista y poststructuralista (Derrida, Foucault), hace del descentramiento del sujeto uno de sus pilares. En este campo intelectual convergen diferentes corrientes derivadas del giro ontológico de las humanidades que también tienen que ver con teorías no-representacionales (Thrift, 2007) y con el giro afectivo (Clough y Halley, 2007), enlazando así con propuestas teóricas tan diversas como la actor-network theory (Latour, 2008), el perspectivismo (Viveiros de Castro, 2010), aportaciones de la filosofía de la tecnología (Verbeek , 2011), de la corriente filosófica de la Object-Oriented Ontology (Harman, 2018), estudios inter-especies (Kirksey y Helmreich, 2010; Livingston y Puar, 2011) o la corriente feminista de los nuevos materialismos (Coole y Frost, 2010), entre otras.

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Postantropocentrismo. ¿Somos los seres humanos los reyes de la creación? A lo largo de la historia de las humanidades se ha tenido que tomar conciencia de todo lo que impide tratar de entender al otro. Superar el etnocentrismo fue el primer gran caballo de batalla en este sentido. Más tarde, el hecho de tomar conciencia del androcentrismo, tanto de la sociedad en general como de la ciencia en particular, reveló que era necesario romper la la gruesa corteza androcéntrica para lograr un conocimiento más preciso de lo que son los seres humanos. Ahora, sin que ni el etnocentrismo ni el androcentrismo puedan considerarse completamente superados, el posthumanismo nos pide que vayamos aún más allá. Sabemos que lo que tiene que cambiar es nuestra forma antropocéntrica de entender la vida y la realidad en general.

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Hoy sabemos que necesitamos cambiar nuestra forma antropocéntrica de entender la vida y la realidad en general. El antropocentrismo se caracteriza por entender a los seres humanos como medida y centro de todas las cosas. El humanismo tradicional produce estructuras de subjetivación que naturalizan a los seres humanos como seres ontológicamente diferentes y eternamente superiores, lo que justifica moralmente el dominio y la explotación. Esto tiene consecuencias importantes.

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Primera consecuencia. Se cae en el especismo, basado en la idea del excepcionalismo humano que ve a los seres humanos como la única especie que está sujeta a consideración moral.

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Segunda consecuencia. Se construye un modelo ideal de ser humano: blanco, hombre, educado, con un cuerpo sano, ni niño ni viejo, sin carencias económicas… Aquellos que no entran en estos esquemas están infravalorados. La historia nos lo enseña: esclavitud, opresión de la mujer, etnocidios, crímenes eugenésicos…

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Tercera consecuencia. El ser humano es considerado como un agente autónomo, una forma de enmascarar la realidad, pues como cualquier otro elemento del cosmos, los seres humanos sólo son comprensibles dentro de una compleja red de relaciones.

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La idea de la agencia. Una de las principales consecuencias de superar el antropocentrismo es la liberación de la idea de agencia. Desde una perspectiva humanista, la agencia se entiende como una característica innata de un sujeto intencional y libre. En el posthumanismo no se hacen distinciones absolutas entre humanos y no humanos en relación con la agencia. Por esta razón, también se habla de agencia distributiva en el sentido de que la posibilidad de ejercer agencia no debe limitarse a sus portadores tradicionales –los humanos–, sino que debe entenderse como una propiedad de todos los cuerpos, ya sean orgánicos o inorgánicos.

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No dualidad. El humanismo se caracteriza por estar basado en una ontología dualista, esto que conocemos por dualismo cartesiano o kantiano. Entiende el mundo constituido a partir de categorías radicalmente diferentes: material/inmaterial, sujeto/objeto, mente/cuerpo, cultura/naturaleza, hombre/mujer, etc. La dualidad es la idea de que la experiencia consiste en dos ingredientes, la mente y la materia, una parte que conoce y otra que es conocida. Creer en una separación rígida entre observador y observado es dualismo. Andrew Pickering (2008) denomina a esta ontología dual la ontología de la dominación. Es la que justifica la explotación, ya sea del planeta, de los animales o de otros seres humanos. El pensamiento posthumanista trata de superar este dualismo.

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El pensamiento oposicional de todo dualismo hace que desaparezca todo aquello que se encuentra entre los dos polos de las dicotomías que se establecen. Además, no se limita a ser un mero ejercicio taxonómico, sino que muy a menudo implica valoraciones. Piénsese en oposiciones tan relativas como abajo/arriba, derecha/izquierda, más/menos, así como en más concretas como alto/bajo, blanco/negro, masculino/femenino, autóctono/extranjero, etc. Se hacen corresponder fácil y automáticamente con oposiciones de valor como superior/inferior, bueno/malo o mejor/peor.

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En la mirada no dualista del posthumanismo se considera que el objeto y el sujeto se determinan entre sí porque emergen simultáneamente, y se da la debida importancia al in-between, al espacio entremedio que queda entre las categorías polarizadas. Esto le facilita la tarea de deconstruir jerarquías sólidas derivadas del binarismo humanista que, entre muchas otras consecuencias, han servido para dar lugar a conglomerados ideológicos cargados de sexismo, racismo o especismo.

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Relacionalidad. En el posthumanismo, las relaciones van por delante de las entidades. No hay esencias, entidades o categorías elementales que antecedan las relaciones. Las cosas no entran en relación, sino que devienen mediante las relaciones. Esto implica que lo que distingue a un sujeto de otro, o a un sujeto del objeto u un objeto de otro objeto son las relaciones mutuas que mantienen más que su esencia o naturaleza. De hecho, no somos esencias, somos el resultado de un juego infinito de relaciones.

  • Clough, Patricia Ticineto y Halley, Jean (eds.), The affective turn: Theorizing the social, Durham: Duke University Press, 2007
  • Coole, Diana y Frost, Samantha (eds.), New Materialisms: Ontology, Agency, and Politics, Durkham & London: Duke University Press Books, 2010
  • Harman, Graham, Object-oriented ontology. A new theory of everything, London: Penguin Books, 2018
  • Kirksey, S. Eben y Stefan Helmreich, “The Emergence of Multispecies Ethnography”, Cultural Anthropology 25/4, 2010, pp. 545-576
  • Latour, Bruno, Reensamblar lo social, Buenos Aires: Manantia, 2008
  • Livingston, Julie y Jasbir K. Puar, «Interspecies», Social Text 29 1/106, 2011, pp. 3-14
  • Pickering, Andrew, “New Ontologies”, en A. Pickering y K. Guzik (eds.), The mangle in practice: science, society, and becoming, Durham, Duke University Pres, 2008, pp. 1-14
  • Thrift, Nigel, Non-Representational Theory: Space, Politics, Affect, London y New York: Routledge, 2007
  • Verbeek, Peter-Paul, Moralizing technology: Understanding and designing the morality of things, Chicago: Chicago University Press, 2011
  • Viveiros de Castro, Eduardo, Metafisicas canibales: Lineas de antropologia postestructural, Buenos Aires: Katz, 2010.